Narrativa y cuento corto

El hombre de otro mundo

 

De jóvenes nos gustaba reunirnos en unas bancas del parque en la esquina de la plaza, porque había una estatua del poeta del pueblo, principalmente porque nos gustaba contar historias sobre los acontecimientos y las tradiciones que había nuestro pueblo, esos lugares pequeños románticos donde la vida es sencilla y alegre, el tema principal era simple hablar de Don Juan Nepomuceno


 Aquel viejo del que platicaban todos los adultos del pueblo; que vivía alejado en una cabaña solitario y con muchas historias, que si había estado en la revolución, que si su esposa había muerto y su familia porque vivía solo, qué había sido embrujado etcétera.

Me gustaba ir con aquel viejo, porque el hecho de estar en su casita, alejada del pueblo, donde se podían observar las estrellas en esos cielos obscuros y brillantes, tan solo la sensación de estar en ese lugar te transportaba a algún lugar místico

Don Juan Nepomuceno era un señor ya grande de edad, tenía una pata de palo tallado antiguo que supuestamente la había perdido cuando estuvo en la revolución cuando joven

Luis, Carlos y yo, éramos amigos porque siempre teníamos las ideas afines y nos gustaban las aventuras, además que nos gustaba la lectura; ¡aquellos libros emocionantes qué nos hacían transportarnos a otros mundos!… y nos gustaba mucho ir con Don Juan Nepomuceno para escuchar sus historias, pues siempre tenían una gran moraleja o nos deja pensando en muchas cosas filosóficas qué para entonces no entendíamos

Don Juan platico un día sobre “La maldición del cerdo en el columpio”, cosa que nos dio mucha risa ya que nos imaginábamos a una gran cerda riendo con una gran sonrisa en un columpio esperando a que pasarán los caminantes para asustarlos, Don Juan Nepomuceno nos dijo que la historia se había desarrollado en aquellos años de la Nueva España .

Trataba sobre un conde que recién había enviudado, porque su esposa contrajo malaria en el viaje de España a la Nueva España, así que el conde amaba tanto a su esposa que decidió no volver a casarse y dedicarse a la crianza de su hijo, a lo que el joven fue creciendo consentido y con demasiados excesos de cuidado

Pasaron los años y con el tiempo se hizo joven y de buen parecer !o buen mozo como decía Don Juan Nepomuceno! pero educado sin responsabilidades y consentido en exceso, se dedicó a las extravagancias, es decir al vino y a las mujeres, también se volvió soberbio y le exigía mucho a su padre diciendo que tenían una posición social y que él debía mantenerle sus antojos

El padre sufría mucho con el maltrato de parte de su hijo, los conocidos y amigos del conde no sé atrevían a comentarle nada sobre el mal comportamiento de su hijo, cuando el joven llegaba a su casa después de trasnochar, exigía que los criados lo atendieran a la hora que fuera para darle de comer, a lo cual le preparaban diversos platillos qué el lanzaba el piso diciendo que era comida para cerdos, su padre  en una ocasión le comento qué no hiciera eso; pues la comida venía de Dios y no era propio tirar la comida y menos maldecir contra ella

Cuentan que un día el joven en su borrachera, tras proferir insultos y tirar la comida al piso, diciendo que comía siempre lo mismo y tras el reclamo de su padre, este le contesto ¡que eso nunca podía pasar ya que su posición social y dinero no les permitiría nunca sufrir una desgracia!

Nosotros no comentábamos ni una palabra; cuando Don Juan Nepomuceno nos contaba estás historias, nos quedábamos mudo imaginando los sucesos en las situaciones que; por muy extraordinarias que estás fueran, aquellas palabras siempre sonaban; casi verdaderas, mezclándolas entre realidad y fantasía

Comenta Don Juan Nepomuceno, que el Conde un día oyó a su hijo llegar tarde y tropezando con el exceso de alcohol, gritando que se le atendiera para comer, lo cual no fue posible; porque los criados habían ido a la fiesta del pueblo ese día, dejando preparado solo unos alimentos para el joven, el cual vocifero y lanzó trastes y comida al suelo

El Conde cansado de esa actitud no quería levantarse para ir a pelear con su hijo, pero después del ruido,... una larga pausa de silencio lo hizo increparse y levantarse de la cama para ir a ver qué sucedía

¡Cuál fue su sorpresa!, cuando oyó que estaba su hijo comiendo; en la cocina en forma muy desordenada y haciendo mucho ruido, pensó que su hijo tal vez estaba entendiendo el mensaje, pero para sorpresa suya, cuándo llegó al comedor solo alcanzó a ver a un cerdo muy grande comiendo los desperdicios del suelo con la ropa de su hijo, sorprendido asustó al animal, a lo cual el cerdo volteo y en ese instante el Conde  pudo imaginar la cara de su hijo en el animal, qué le decía “No te preocupes padre estoy aprendiendo la lección”

Dicen que después de esa fiesta del pueblo El Conde se encerró en su casa y nunca se volvió a saber nada de él ni de su hijo, Solo dos criados siguieron viviendo con Don Juan hasta el fin de sus días y de su hijo No se supo nada, decían que probablemente lo había mandado a España para atender los negocios de la familia

Don Juan Nepomuceno nos dijo que la historia tenía una moraleja muy importante ya que hablaba de varios aspectos de los pecados humanos, cómo eran la soberbia, la gula, y el amor ciego y desmedido en el caso del padre

De repente tengo oportunidad de platicar con mi amigo Luis y recordamos aquellas etapas de juventud y esos momentos extraordinarios y grandes aventuras que pasamos juntos, pero cuando hablamos de valores como seres humanos, siempre recordamos, qué la “soberbia, la gula y el amor desmedido” son un gran problema en la humanidad, nos sirvió mucho aquella historia; para ser los padres de familia que ahora somos, pero siempre reímos y alcanzamos a comentar que ojalá nunca nos topemos en la carretera al ¡Marrano sentado en un columpio!, riéndose de nuestras desgracias por ser soberbios y no haber aprendido las lecciones qué nos daba Don Juan, aquel hombre de otro mundo que solo siendo adultos logramos comprender.





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